Reuters
El terremoto magnitud 7,2 que azotó el sur de Haití el sábado 14 de agosto terminó por añadir una nueva tragedia a un país que aún no terminaba por asimilar el magnicidio del presidente Jovenel Moïse, ocurrido en medio de la pandemia del covid-19.
Hasta este lunes, el Gobierno haitiano reportaba más de un millar de víctimas fatales y unos 6.900 heridos en los departamentos Sur, Grand’Anse y Nippes. En cifras preliminares, se estimaron más de 13.500 casas destruidas y otras 13.700 viviendas con daños. El primer ministro Ariel Henry declaró estado de emergencia en el país y se comprometió a «actuar con más celeridad» para ayudar a los damnificados.
«La gestión de la ayuda va a ser acelerada», dijo Henry sobre la movilización de la comunidad internacional para aliviar la situación humanitaria actual, incluyendo las toneladas de alimentos y los equipos de rescate ofrecidos por países latinoamericanos.
El lunes pasado, el Consejo Electoral Provisional de Haití (CEP) anunció que las elecciones presidenciales y legislativas previstas para el próximo 26 de septiembre serían postergadas hasta el 7 de noviembre. Pero desde los sectores de la oposición y la sociedad haitiana en general no ve condiciones para realizar comicios por la falta de legitimidad en el órgano y la rampante inseguridad en las calles.
«Actualmente en el país todo el mundo tiene miedo. Cuando una persona sale a la calle, se está preguntando si va a volver a casa debido a la inseguridad», cuenta Bien-Aimé en entrevista con RT.
Desde su experiencia con estudiantes de entre 16 y 20 años, Bien-Aimé refiere que «las condiciones de aprendizaje están muy difíciles en Haití». El maestro explica que en Puerto Príncipe hay liceos que deben suspender las clases debido a que se encuentran ubicados en barrios populares que son controlados por «paramilitares».
En medio de la incertidumbre política, la falta de rendición de cuentas y las débiles instituciones haitianas, hay más de 70 grupos armados distribuidos en el territorio. Las llamadas «pandillas» roban, secuestran, extorsionan y se han visto envueltas en algunas masacres cometidas en barrios populares.
Una asociación de pandillas llamada G9, cuyo líder es el expolicía Jimmy Chérizier, alias ‘Barbecue’, controla las áreas de Martissant, Village de Dieu, Grand Ravin, Bas Delmas, Bel Air, Cité Soleil y Fort Dimanche en Puerto Príncipe.