Por Juan Temístocles Montás
En el Informe Anual sobre la Democracia 2024 publicado en marzo de 2024 por el Instituto V-Dem, que significa Variedades de Democracia, se establece con claridad que desde hace algunos años estamos viviendo a nivel global un proceso de erosión democrática y autocratización. Se sostiene que la autocratización sigue siendo la tendencia dominante. “La democracia está en declive en todo el mundo”, se afirma tajantemente: “Todos los indicadores utilizados (…) muestran un retroceso de los derechos y las instituciones democráticas”.
El Instituto V-Dem, creado en la Universidad de Gotemburgo, Suecia, en 2014, elabora un informe anual sobre la democracia que es un referente a nivel mundial, con más de 600 indicadores que miden el nivel de democracia existente en los diferentes países. En su elaboración participan más de 4,200 académicos y expertos de más de 180 países.
El Informe establece que: 1) “el nivel de democracia que disfrutará la persona promedio en el mundo en 2023 habrá descendido a los niveles vividos en 1985; en cuanto al promedio por países, se habrá retrocedido a los niveles vividos en 1998; 2) desde 2009 -casi 15 años seguidos- la proporción de la población mundial que vive en países autocratizantes ha eclipsado a la que vive en países democratizantes; 3) el declive es notable en Europa del Este y Asia Central y Meridional; 4) América Latina y el Caribe van en contra de la tendencia mundial: Los niveles de democracia aumentan, y los países grandes son más democráticos que los pequeños”.
Para entender el Informe conviene explicar algunos conceptos. Según el Instituto V-Dem, una autocracia cerrada es un sistema donde no se convocan elecciones multipartidistas para el ejecutivo y hay una ausencia total o amplia de elementos democráticos fundamentales, como la libertad de expresión y la libertad de asociación. Por su parte, una autocracia electoral es un sistema donde existen elecciones multipartidarias para el ejecutivo, pero no son libres ni justas y, al mismo tiempo, hay niveles insuficientes de libertad de expresión y asociación.
V-Dem define las democracias electorales como un sistema en el que existen elecciones multipartidistas, libres y justas y un grado satisfactorio de sufragio, libertad de expresión y de asociación. Finalmente, las democracias liberales cumplen los requisitos de la democracia electoral, con limitaciones judiciales y legislativas al ejecutivo junto con la protección de las libertades civiles y la igualdad ante la ley.
La República Dominicana cae en la categoría de democracia electoral, y la gran aspiración de muchos dominicanos es que nos podamos convertir en una democracia liberal. La lucha democrática en la República Dominicana desde 1978 hasta la actualidad ha sido un proceso complejo y multifacético, marcado por avances y retrocesos, desafíos estructurales y la búsqueda constante de consolidación del sistema político democrático. Este período abarca desde la transición hacia la democracia luego de años de autoritarismo hasta la consolidación, aunque imperfecta, de instituciones democráticas.
Existen señales que nos indican que muy bien pudiéramos estar entrando en una etapa de peligro para el régimen democrático dominicano. La reducción de la participación electoral, que muy bien puede ser interpretado como un producto de un desajuste entre la política y las necesidades ciudadanas, es una indicación de la creciente desconfianza de los votantes en las instituciones políticas.
La abstención electoral del 45.6% en las elecciones de 2024, que fue ligeramente superior a la de las elecciones del 2020, celebradas en medio de la pandemia de la Covid, significa que menos de un 55% de los electores ejerció el derecho al voto en las últimas dos elecciones. Estamos lejos de los niveles de votación superior al 70%, característico de las elecciones celebradas ante de 2020.
Lo que está ocurriendo refleja una serie de implicaciones tanto para la política nacional como para la calidad del sistema electoral y la legitimidad de los resultados. Además de la creciente desconfianza de los votantes en las instituciones políticas, puede reflejar una desconexión entre los votantes y los partidos políticos y que los mecanismos democráticos tradicionales están perdiendo efectividad.
Que una parte significativa de la población decida no participar en las elecciones puede llevar a una concentración de poder en manos de una élite política, agravando así la calidad de la democracia.
(Publicado originalmente en el periódico Hoy)