La nación haitiana afronta múltiples problemas desde el magnicidio de su presidente Jovenel Moïse, al que grupos opositores venían reclamándole la renuncia con múltiples manifestaciones, las cuales, en muchas ocasiones, se convirtieron muy violentas. Moïse gobernaba este empobrecido país caribeño desde que fue elegido en las elecciones de noviembre de 2016.
Pero la crisis en Haití no es actual, sino más bien se ha ido acrecentando a lo largo del tiempo. Podríamos decir que desde 1986 cuando sucedió el derrocamiento de Jean Claude Duvalier, quien fue obligado por los acontecimientos y las numerosas protestas callejeras a tomar el camino del exilio, refugiándose en Francia.
Aunque la salida del poder de los Duvalier produce gran regocijo y entusiasmo en la población haitiana, esta le duró poco tiempo puesto que en complicidad con el derrocado dictador, los militares asumen el control del gobierno, lo que produce descontento y una profunda desilusión generalizada. Los militares representan una especie de continuidad del anterior régimen, acompañados de una nueva clase de dirigentes, convertidos en fieles colaboradores suyos y fieles ejecutores de sus doctrinas políticas.
En 1987 los haitianos votan una reforma constitucional y en 1990, en unas elecciones consideradas democráticas resulta electo como presidente Jean Bertrand Aristide, un joven sacerdote partidario de la Teoría de la Liberación. Pero un golpe de Estado encabezado por los militares, con el general Raúl Cedras a la cabeza, termina abruptamente con la presidencia de Aristide, el cual, tres años más tarde, en 1994, es reinstalado en la presidencia con el apoyo norteamericano. Aristide disuelve el Ejército y forma un cuerpo policial, igualmente toma medidas económicas neoliberales que les fueron exigidas por instituciones financieras internacionales. Medidas que afectaron a los más pobres.
En diciembre de 1995 es elegido presidente Rene Preval, que continúa con las políticas asumidas por el anterior gobierno y en el año 2000 vuelve por tercera vez Aristide a la presidencia, pero esta vez muy cuestionado por la oposición. Estas disputas políticas provocaron la suspensión de préstamos y la mayor parte de la ayuda económica internacional lo que hundió más al país en la indigencia y el caos. Comienzan a surgir grupos armados que toman el control en diferentes ciudades haitianas como Gonaïves y Cabo Haitiano a pesar de la represión por parte de la Policía Nacional.
El 29 de febrero de 2004 Aristide es derrocado y reemplazado por Boniface Alexandre quien, ante la situación de descontrol total en su país, pide la intervención de las Naciones Unidas (ONU). En junio de ese mismo año queda establecida, por disposición de su Consejo de Seguridad, “La Misión de Estabilización de las Naciones Unidas en Haití” (MINUSTAH), una fuerza de paz compuesta por diferentes naciones y con una importante participación de países latinoamericanos.
Pero la fuerza de la naturaleza también interviene en Haití y un devastador terremoto el día 2 de enero de 2010 provoca destrucción de muchas infraestructuras del país y la muerte de más de 220 mil personas (de acuerdo a cifras del gobierno haitiano). Este terremoto agudiza la crisis económica y un incremento de la presencia de las fuerzas de paz para la reconstrucción y el mantenimiento del orden.
En este panorama crítico en 2011 y en unas cuestionadas elecciones donde participaron más de 20 candidatos, es electo presidente Michel Martelly. Confiada en hallar un respiro y una oportunidad para su tranquilidad, la población haitiana asume las propuestas de Martelly de lograr la salida ordenada de la misión de “cascos azules de la ONU”, la MINUSTAH, y de fortalecer las instituciones y promover la estabilidad, sin la cual Haití no puede ingresar toda la ayuda comprometida por la comunidad internacional. También promete restablecer las Fuerzas Armadas, abolidas por Aristide en 1995.
Pero no fue sino hasta 2017 cuando el Consejo de Seguridad de la ONU decide que la MINUSTAH concluya sus operaciones y pase a ser una fuerza reducida que ayude al Gobierno de Haití en su esfuerzo por lograr una seguridad y el fortalecimiento de sus instituciones a fin de que se pueda establecer un estado de derecho y continuar prestando ayuda a la Policía Nacional en las tareas de vigilancia del “respeto a los derechos humanos” en la convulsionada nación.
Michel Martelly sale del poder sin lograr sus objetivos y cuestionado por el manejo poco transparentes de los fondos de PETROCARIBE, una iniciativa creada por el gobierno de Venezuela que encabezaba Hugo Chávez y suscrita con varias naciones de la región del Caribe para el acceso a los hidrocarburos.
Antes de la salida de la MINUSTAH de territorio haitiano, el 28 de noviembre de 2016 es electo presidente Jovenel Moïse. Un empresario propietario de una empresa productora de bananas instalada en la primera zona franca agrícola en ese ese país, con una plantación de cientos de hectáreas cuyos productos son exportados y vendidos en diferentes países, especialmente, en Europa.
Moïse, en la toma de posesión de la presidencia hizo un llamado a diferentes sectores de la población, los profesionales, los ciudadanos residentes en el exterior y a la juventud a trabajar unidos a su gobierno para “poner al país de pie, porque Haití está de rodillas” según sus propias palabras.
Reveló a la prensa internacional su enfrentamiento con grupos de poder con intereses económicos y políticos en Haití y que se había frustrado un «golpe de Estado para derrocar a su gobierno y asesinarlo.» Sus oponentes consideraban que su mandato había terminado y que debía convocar a elecciones. Pero Moïse desde 2019 suspendió las elecciones parlamentarias por dos años, en 2020 disolvió el parlamento y comenzó a gobernar por decreto.
La madrugada del 7 de julio de 2021, un grupo de hombres armados penetró en su residencia privada en el barrio Pelerin de Puerto Príncipe, perpetrándose magnicidio del presidente haitiano.
Hoy Haití se encuentra en su peor encrucijada. Su población y la clase política polarizada y más empobrecida que nunca.
Excelente artículo, genial.