Las operaciones militares de Estados Unidos llegaron a su fin en Afganistán luego de 20 años de combate contra la insurgencia Talibán. Fue la guerra más larga en la que se han involucrado los estadounidenses, recibiendo menos supervisión del Congreso que la guerra de Vietnam.
Después de los ataques del 11 de septiembre de 2001 a las torres gemelas del World Trade Center, en la ciudad de New York y a la sede del Pentágono en Washington D. C., los norteamericanos y sus aliados de la OTAN, decidieron invadir a Afganistán para expulsar de su territorio las milicias de la organización “terrorista” Al-Qaeda.
Los talibanes habían proporcionado refugio a estos milicianos, encabezados en aquel momento por Osama bin Laden, a quienes les permitieron establecer campos de entrenamiento con el objetivo de preparar ataques terroristas en diferentes lugares del mundo.
Un mes después de los ataques del 11 de septiembre, EEUU y sus aliados iniciaron la ofensiva militar que sacó del poder el régimen talibán a principio de diciembre de 2001. Establecen un nuevo gobierno que instauró la República Islámica de Afganistán. A partir de ese momento se inicia una nueva y prolongada guerra contra la resistencia talibana hasta el año 2014, cuando Estados Unidos y sus aliados declaran formalmente que abandonan la guerra, pero mantuvieron un gran número de tropas de combate y continuaron dando apoyo logístico con armamentos y recursos financieros al gobierno afgano en su afán de convertir ese país en una democracia de estilo occidental con instituciones modernas.
Luego de su derrota en diciembre de 2001, los líderes talibanes huyeron a refugiarse a sus bastiones al sur y al este de Afganistán y otros cruzaron la frontera hacia Pakistán e iniciaron la resistencia contra la incursión norteamericana y sus aliados. Los talibanes se reestructuraron como una insurgencia guerrillera.
A pesar de los cuantiosos recursos que los Estados Unidos destinaron para el establecimiento de sus tropas en territorio afgano, muy pronto el descontento generalizado comenzó a sentirse al considerar muchos afganos que esas nuevas instituciones extranjeras eran otras formas para que los líderes corruptos robaran dinero.
En el transcurso de los primeros seis años de la conflagración, los talibanes comienzan a ganar terreno y apoyo en el interior del país. Muchos combatientes locales y provenientes de Pakistán, se unieron a los líderes muyahidunes que, con relativa organización política y militar, comienzan a poner a raya a los ocupantes norteamericanos y sus aliados. Demuestran una resistencia feroz a pesar del aumento de la presencia militar ordenada por el entonces presidente Barack Obama, que las fue incrementando hasta llegar a más de 100 mil soldados en el año 2010.
Pero el número de los combatientes insurgentes también iba en aumento, obteniendo apoyo en las zonas rurales y comienzan a ganar terreno en largas campañas con tenacidad y persistencia. Así apostaban al cansancio y a la retirada de las tropas de Estados Unidos.
Para septiembre de 2020 los talibanes ya controlaban una gran parte del territorio de Afganistán y en ese contexto el Gobierno Afgano y el Talibán inician unas series de negociaciones con el fin de alcanzar la paz y constituir un nuevo régimen constitucional que permitiera combinar las dos versiones del Estado Islámico. Pero esas conversaciones no alcanzaron los objetivos planeados y las partes se mantuvieron en conflicto, hasta el 2021.
Después de cientos de miles de millones de dólares gastados, más de 200 mil personas muertas o heridas entre civiles, las fuerzas de seguridad afganas, y soldados norteamericanos, los Estados Unidos decide abandonar definitivamente el territorio afgano y retirar todas sus tropas. El presidente Donald Trump llega a acuerdos con los talibanes y comienza hacerse realidad el retiro definitivo de las fuerzas estadounidenses, que ya se había iniciado desde el año 2014. La administración del presidente Joe Biden anuncia su respaldo a la retirada negociada de Estados Unidos en Afganistán y procedió a un repliegue completo.
«Respaldo por completo mi decisión. Después de 20 años, he aprendido por las malas que nunca hubo un buen momento para retirar las fuerzas estadounidenses«, afirmó el mandatario en un discurso que ofreció desde la Casa Blanca el pasado 16 de agosto.
El Talibán, en una ofensiva relámpago, capturó gran parte del país y su baluarte de origen, la ciudad de Kandahar antes del 31 de agosto, la fecha que se impuso Estados Unidos para acabar con su participación en el combate, luego entraron en la capital Kabul, provocan el colapso del Gobierno Afgano, restaurando de nuevo el gobierno Talibán en Afganistán, encabezado por el muyahidín y líder religioso Hibatullah Akhundzada que comanda las fuerzas del grupo insurgente.
La llegada de los talibanes al poder provocó una caótica evacuación de miles de personas que estaban en riesgo por trabajar para Estados Unidos, porque todavía quedaba por resolver un retraso en las solicitudes de visados especiales de muchos ciudadanos afganos.
Los líderes talibanes hasta ahora consideran prudente evitar una retórica incendiaria y de confrontación y han prevenido a sus comandantes de ejercer un gobierno con justicia y evitar las represalias y los abusos, asegurando que el pueblo afgano estará a salvo.
La guerra de Afganistán le costó a EEUU 300 millones de dólares por día durante 20 años
¿Quiénes son los talibanes, de dónde surgieron y en qué creen?
Los talibanes, que significa ‘los estudiantes” en el idioma pastún, constituyen unas de las facciones, que en la década de 1990 combatieron en la guerra civil de Afganistán, luego de la retirada de las tropas de la antigua Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) que habían invadido el territorio afgano en diciembre de 1979. Surgen en el sur de Afganistán en 1994, liderados por el mulá Mohammad Omar, un imán local de la ciudad de Kandahar que los dirigió hasta su muerte en el año 2013.
Eran originalmente excombatientes de la resistencia afgana contra las fuerzas de ocupación soviéticas, llamados muyahidunes. En la década de 1980 los Estados Unidos de América brindaron apoyo a estos combatientes afganos.
La Unión Soviética retira sus tropas de Afganistán en 1989 y esta retirada provoca la caída del gobierno afgano que a su vez sumerge al país en una cruenta guerra civil. En 1994 los talibanes toman el control de la ciudad de Kandahar y en 1996 ocupan la capital Kabul con las promesas a la población de restaurar el orden y la justicia, anteponer los valores islámicos y luchar contra la corrupción que impulsaba las luchas hacia la guerra.
A partir de 1996 inicia el período de gobierno de los talibanes que imponen un régimen de estricto control y aplicación de la ley islámica hasta el año 2001. Esta interpretación extrema del islamismo se le conoce como Sharia, que se traduce como ‘camino del islam’ hacia la salvación, es una especie de código de conducta del ciudadano.
Durante esos cinco años del régimen talibán en Afganistán, las ejecuciones públicas y los azotamientos eran comunes y la mayoría de las mujeres tenía prohibido trabajar o estudiar y se les obligaba a usar un traje que lo cubría todo en público, el burka. Restringieron de manera muy severa el papel de las mujeres, manteniéndolas fuera de las escuelas. No toleraban otras prácticas religiosas contrarias a sus creencias, prohibieron la lectura de libros, ver películas occidentales y destruyeron artefactos culturales de otras tradiciones. A principios de 2001, los talibanes demolieron unas estatuas de 800 años de antigüedad conocidas como los Grandes Budas de Bamiyán, objetos de admiración en todo el mundo, pues los consideraban blasfemos y se jactaron de que su destrucción era sagrada.
En Afganistán, los talibanes establecieron un gobierno con todas las características: sus ministerios y una amplia burocracia, pero en las calles, eran los preceptos religiosos y el capricho de los comandantes individuales los que dictaban la vida cotidiana de los afganos.
Los talibanes han vuelto al poder por segunda ocasión en Afganistán. Prometiendo un gobierno para la paz y la terminación definitiva de una guerra que se ha mantenido por décadas en el territorio afgano, sus líderes se esfuerzan en dar muestras de que cumplirán su palabra, mientras el liderazgo mundial observa con escepticismo los acontecimientos.