Por Juan E. Ulloa[1]
Twitter: @JuanEulloa
El pasado 25 de enero del presente año, el respetado economista e historiador Bernardo Vega escribió una columna en el diario digital Acento titulado “La doble vuelta fue para bloquear a Peña Gómez” a propósito de una supuesta propuesta para modificar el sistema electoral mediante el cual se escoge la presidencia de la República. En dicho artículo, Vega dice dudar “que en otros países se requiera un porcentaje tan alto y en un momento de calma política tal vez deba modificarse la Constitución para bajarlo al 40% planteado originalmente” haciendo referencia al requisito de obtener el 50% + 1 de los votos válidos emitidos para obtener la presidencia.
En el presente articulo no pretendo discutir los datos históricos ofrecidos por Vega. No es de mi interés debatir sobre las razones que llevaron a la clase política del momento a establecer el sistema electoral vigente. Simplemente voy a concentrarme en la afirmación de que en otros países no se requiere un 50% de los votos para elegir la presidencia y sobre la necesidad de que en República Dominicana sigamos el camino de esa supuesta mayoría de países que requieren un menor porcentaje. Como bien se ha discutido en las últimas semanas, debido a una crisis política en 1994 se decidió modificar la Constitución para -entre otras cosas- cambiar el sistema electoral mediante el cual se determinaba quien era electo/a como cabeza del Poder Ejecutivo. Hasta ese momento regía el sistema de mayoría relativa, el más sencillo y antiguo mecanismo para elegir la presidencia (Abebe y Bulmer 2021, 19). Este sistema consiste en otorgar la victoria a la candidatura que reciba más votos de manera individual, independientemente de los votos recibidos por todas las demás
[1] Abogado, egresado de la Pontificia Universidad Católica Madre y Maestra (PUCMM). Cursó maestría en Derecho Electoral y Procesal Electoral de la Universidad Autónoma de Santo Domingo (UASD), profesor de Derecho Electoral y con experiencia laboral tanto en la jurisdicción contenciosa electoral como en la administración electoral.
candidaturas. De esta manera, por ejemplo, el candidato ganador para las elecciones presidenciales de 1990 obtuvo alrededor del 35% de los votos lo que significó que un 65% del electorado consideraba que otras candidaturas eran las indicadas.
La modificación constitucional consistió en migrar desde el modelo de mayoría relativa hacia el modelo de doble ronda o balotaje con mayoría absoluta, de manera que se exigiría obtener el 50% + 1 de los votos válidos emitidos para obtener la presidencia y en caso de que ninguna candidatura alcanzara esta mayoría, se celebraría una segunda ronda con las dos candidaturas más votadas. Conforme explica la doctrina, cuando se va a elegir un presidente como jefe del ejecutivo de un Estado, normalmente hay una fuerte preferencia normativa y práctica por el sistema que asegure su victoria por mayoría absoluta (Reynolds 2009, 90) y ha sido desde la ola democratizadora mundial de la década de los años 90 que este tipo de elección por voto mayoritario a dos vueltas se convirtió en el método más utilizado de elección presidencial con voto directo (Abebe y Bulmer 2021, 22)
Sin embargo, es importante destacar que dentro de los sistemas de mayoría con doble vuelta hay ciertos matices o variantes. Por ejemplo, está (i) el sistema mayoritario a dos vueltas anteriormente explicado, en el que, si ningún candidato obtiene más del 50% de los votos en primera ronda, se celebra una segunda votación entre los dos candidatos más votados; (ii) el sistema mayoritario de dos vueltas modificado, en el que el candidato no requiere la mayoría absoluta en primera ronda, pero debe pasar cierto umbral (Abebe y Bulmer 2021, 19); y (iii) el sistema mayoritario alternativo o voto alternativo. Este último sistema es utilizado en Australia, Fiji y Papua Nueva Guinea (Reynolds 2009, 55) y no es necesario explicarlo para los fines de este artículo.
En cuanto al sistema mayoritario de dos vueltas modificado que, según Bernardo Vega es el más utilizado en otros países y al cual debemos migrar, básicamente consiste en exigir un umbral menor al de 50% + 1 de los votos para ser seleccionado en la primera ronda. Como bien explica en su artículo, la fundación Siglo XXI, compuesta por politólogos, sociólogos y economistas dominicanos propuso que el umbral requerido sea de 40% para ganar en primera vuelta. Los países que utilizan este sistema electoral lo han configurado de distintas maneras. Por ejemplo, en Argentina para ganar en primera vuelta se necesita haber obtenido el 45% de los votos validos emitidos u obtener el 40% de los votos más una diferencia de 10 puntos sobre el segundo lugar. Por su parte, Bolivia y Ecuador requieren el 50% + 1 de los votos o sacar el 40% más una diferencia de 10 puntos con relación a la segunda candidatura. El último caso latinoamericano es Costa Rica, que justo como propuso la mencionada fundación, requiere únicamente obtener el 40% de los votos validos emitidos para alcanzar la presidencia (ReformasLATAM).
En la región estos son los únicos países con segunda vuelta que exigen un umbral menor al 50% + 1 de los votos para posibilitar la victoria en primera vuelta. Por el contrario, Brasil, Chile, Colombia, El Salvador, Guatemala, Perú, Uruguay y evidentemente República Dominicana exigen el 50% + 1 de los votos. Conforme las estadísticas ofrecidas por el Observatorio de Reformas Políticas en América Latina, de los 18 países de América Latina: (i) un total de 6 tienen el sistema de mayoría relativa, es decir, gana simplemente el más votado; (ii) un total de 8 tienen doble vuelta en caso de no obtener el 50% + 1 de los votos; y (iii) únicamente 4 posibilitan la victoria en primera vuelta con un umbral que oscila entre 45% y 40% de los votos validos emitidos. A continuación, el cuadro comparativo gracias a los datos ofrecidos por el Observatorio de Reformas Políticas en América Latina:
País | Sistema | Umbral para 1ra vuelta |
Bolivia | Doble vuelta | + 50% o 40% + 10 puntos. |
Ecuador | Doble vuelta | + 50% o 40% + 10 puntos. |
Argentina | Doble vuelta | + 45% o 40% + 10 puntos. |
Costa Rica | Doble vuelta | + 40% |
Brasil | Doble vuelta | + 50% |
Chile | Doble vuelta | + 50% |
Colombia | Doble vuelta | + 50% |
El Salvador | Doble vuelta | + 50% |
Guatemala | Doble vuelta | + 50% |
Perú | Doble vuelta | + 50% |
RD | Doble vuelta | + 50% |
Uruguay | Doble vuelta | + 50% |
Honduras | Mayoría Relativa | N/A |
México | Mayoría Relativa | N/A |
Nicaragua | Mayoría Relativa | N/A |
Panamá | Mayoría Relativa | N/A |
Paraguay | Mayoría Relativa | N/A |
Venezuela | Mayoría Relativa | N/A |
De lo anterior se desprende que las dudas de Bernardo Vega son infundadas, pues como podemos observar, de 12 países latinoamericanos que contienen en su normativa la posibilidad de celebrar segunda vuelta, en el 66.66% se requiere el 50% + 1 de los votos para obtener la victoria.
Una vez aclarado lo anterior, me parece prudente referirme a la conveniencia o no de reducir el umbral requerido para ganar en primera vuelta en República Dominicana. Debo empezar expresando que independientemente de las razones que llevaron a esta decisión, observando en retrospectiva el constituyente dominicano tomó la mejor decisión. La elección presidencial con mayoría absoluta tiene su fundamento en la necesidad de dotar al jefe de Estado en sistemas presidencialistas, de la mayor base de apoyo posible para evitar la baja legitimidad del mandato.
Cuando el presidente no cuenta con el soporte de la mayoría del electorado, puede que su mandato sea frágil y afecte seriamente la gobernabilidad. Evidentemente tener el sustento de más de la mitad del electorado no es el único factor que incide en la gobernabilidad, pues de poco sirve tal apoyo electoral mientras la configuración del legislativo es adversa, sin embargo, la ausencia de dicho apoyo, por sí solo, afecta la gobernabilidad.
Un ejemplo de lo anterior fue lo ocurrido en Costa Rica, donde se exige únicamente el 40% de los votos para ganar en primera vuelta. Para las elecciones de 2006, Oscar Arias Sánchez se alzó con la presidencia de la República con apenas el 40.9% de los votos validos emitidos, mientras que sus contrincantes Ottón Solís Fallas, Otto Guevara, Ricardo Toledo, Antonio Álvarez, entre otros, obtuvieron 39.8%, 8.5%, 3.5% y 7.3% respectivamente. Es decir, un 60% del electorado no votó por el presidente electo, minando seriamente la legitimidad de su mandato.
Por último, el umbral del 50% + 1 de los votos obliga a los candidatos con reales posibilidades de ser electos a moderarse en sus discursos. Es imposible ganar una elección presidencial en nuestro país apelando únicamente a un sector de la sociedad, hemos podido constatar como la moderación ha sido la norma durante los últimos 25 años y las organizaciones políticas se han visto obligadas a concertar coaliciones para buscar otros apoyos, lo que garantiza el pluralismo político.