El terreno, la parcela, la tarea de tierra, la tierrita. La fuente de trabajo del campesino. El Conuco es el término taino más común, para nombrar el lugar donde se siembran los alimentos. El Platanal: La Siembra de plátanos. Arrozal: La siembra de Arroz. Batatal: La siembra de batatas. Cocotal, El Maizal, El Cafetal. El cañaveral, la siembra de la yuca, berenjenas, auyamas, el cacao, tabaco y otros productos agrícolas. Utilizamos diferentes nombres de acuerdo a los vegetales, víveres o frutas cual sea la siembra. El conuco de los víveres o el huerto pequeño que tienen algunas personas en sus patios, los nombran también conuco.
Todos en Quisqueya aprendemos a disfrutar la vida campestre para algunos que sea su hábitat o para otros de ir a visitar sus fincas o estancias. A través de los cambios atmosféricos, los cambios gubernamentales, la economía, la deforestación de algunas zonas, la reforestación de otras. Algunos campesinos se han visto obligados a dejar sus tierras, y salir en busca de otras fuentes de trabajo, lo cual ha desanimado a muchos porque no hay quien quiera trabajar en el campo por día. Aún así algunos se quedan laborando y produciendo, aunque no sea en grandes cantidades de siembra, pero algunos que sirvan para su sostenimiento. Es muy común encontrar en los patios de las casas árboles frutales, matas de plátanos, coco, mangos, matas de gandules u otros. La pequeña huerta con ajíes, cilantro, puerro, orégano u otros condimentos y plantas medicinales.
El gallinero, donde el señor gallo es el rey. Los patos, las guineas y diferentes aves que se crían para la producción de huevos y carnes. Algunos dicen que: “tienes la cabeza que parece un nido de gallina” sino se ha peinado bien. El machete al cinto, con el macuto y las arganas del caballo y del burro que le cabe de todo. El cachimbo, la mocha y el colín que nunca deben estar botos. El potrero o el corral, es donde están las vacas y se encierran después que se achican, o le quitan los becerros, para cuando las ordeñan en las mañanas, tengan suficiente leche en la ubre. Los caballos, burros y mulas también. Los chivos, los puercos sino andan sueltos.
Esta experiencia de vida en el campo es inigualable y entrañable. Mi papá que trabajó de agricultor por muchos años, haciendo cosechas de tomates, pepinos, ajíes, auyamas y diferentes productos agrícolas para exportación. Siempre nos involucró a mí y a mis hermanos en la siembra y cosecha de estos productos. Arar la tierra con la junta y un caballo, a jalar la azada, a clasificar los tomates cuando había cosecha, todos íbamos a la parcela con un puñito de sal en grano, en bolsitas o en los bolsillos, para comérnoslos.
Mi Papá también estuvo por un tiempo a cargo de las tierras de mis abuelos. Los cuales tuvieron que salir de su terreno, después que el huracán David azotó la isla en 1979. Esta tierra quedaba localizada a unos cuantos kilómetros, de la ciudad donde vivíamos. En unas vacaciones de verano escolares, fuimos por dos semanas para la casita en el campo a hacerle compañía a Papi y a la vez disfrutar de nuestras vacaciones. Las cuales duraron dos años.
Nos entusiasmó, el despertar en las mañanas con los gallos y las gallinas. El ordeñar las vacas al amanecer. Un arroyito pasaba en medio de las tierras, era nuestro balneario privado. Las frutas y mangos. Las aventuras que teníamos en todo este terreno, salíamos a marotiar y llegábamos hartos a la casa. La vista de la Casa de caoba de Trujillo, encumbrada en la loma. La cría de gallinas, guineas, conejos.
Una gallina gira que se llamaba Carmela, un pato que se llamaba Petete, una vaca que se llamaba Pelo Fino, otra rabiosa se llamaba Pinta.
La pileta que Papi nos las lavo y limpió para que fuera, nuestra piscina y de tres tortuguitas que teníamos. El ayudar con la limpieza y el cuidado del platanal. La vez que Papi le dijo a Mami que fueran a achicar los becerros, y se puso unos zapatos de tacos y llegó sin uno. El pozo de agua. Las jaulas que mi hermanito tenía para atrapar rolones y cigüitas. Las arañas cacatas que salían de sus cuevas cuando estaba tronando. Los apagones. Abuela me enseño a hacer queso. A lavar los platos con hojas de guandules. Las batatas asadas. El pilón grande de madera, para moler los granos de maíz para los pollos. Las tilapias, los pejes chopos…
El canto de los macotoro en el arroyo. El maco que iba todas las noches a visitar a mi hermanita para que lo cargara, ella lo nombro: Robin. El pollito, que Mami le hizo una cirugía en el buche con hilo y aguja. Las culebras que se comían las gallinas en el palo de javilla. El lodazal de tierra negra que se formaba cuando llovía. El huevo de culebra que mami recogiendo huevos, de los nidos de las gallinas, lo encontró y casi nos lo comemos. El moriviví, los cadillos, Juana la hedionda. La gallina que tenia que poner el huevo todos los días en la cama de mi hermanito. Buscar la hierva de leche para los conejos, que estaban ricos con un morito de habas que Mami cocinaba.
Cuando Papi estaba en el platanal voceándole a Mami que le mandara “la camisa de manchas” (la de cortar los plátanos) y Mami le preguntaba a mi hermanito ¿Qué dice tu Papá? -Dice Papi que le mande “la tabla de plancha” Mami se preguntaba -¿Para qué Papi quería la tabla de plancha? – y como quiera se la mandó. Las reuniones familiares, llegaban todos los que cabían, a comer plátanos con guineas; y los bloques de hielo que sobraban Papi hacia un hoyo y los enterraba envuelto en sacos de chanchán, “a lo banilejo”. El gallo que era de abuelo, y se lo comió, sin saberlo.
El maco chiquito verde que abuela tuvo disecado en sus alpargatas, en un conuquito que tenía en el patio y se dió cuenta cuando estaba disecado. Las caminatas que teníamos que hacer diarias para ir al colegio. Los tira piedras de mi hermanito, detrás de los lagartijeros. Cuando me quemé el pelo con lamparita jumeadora haciendo la tarea. La vez que fuí a la cocina a colar café y en el jarro había tremenda araña cacata. Los cocuyos (nimitas, luciérnagas) alumbraban las noches. El cielo estrellado, el rocío de la mañana. El lucero de la mañana. El olor a lluvia y a mierda de vaca. La yegua que parió y el potrillo, ya andaba caminando. El tremendo susto que me llevé cuando me iba a bañar una noche (en la letrina) y tuve la compañía grata e inesperada de un maco pempen. La vez que me clavé un alambre de púa en un pie cruzando la paliza, huyéndole a una vaca.
Los vecinos, los saludos. La amabilidad. La gente sencilla y humilde. Las casitas de los vecinos, estaban a medio kilómetro. Los tres perros que teníamos. El cuco que salía y nunca lo ví. La ciguapa que era yo. La retozadera de papi, los regaños de mami. Las cantaletas de abuela…
Las experiencias como estas son inolvidables. Hasta este día en el recuento de mis años dorados. Estos han sido los más nostálgicos de esas vacaciones tan largas en “El Conuco”.
Esmirna Rivas Tejeda© 2004